...Y QUIZÁ TE QUIERA. Por Alberto MATE aka Dr.Rolls & Reverendo Royce

Este blog pretende ser una suerte de viaje sentimental, un diario personal, un anecdotario vital, una visión subjetiva y personal, qué sé yo, un TODO alrededor de los Beatles. Fanatismos aparte, no se debe confundir con una enciclopedia: los datos sobre los cursimente llamados Fab Four ya se encuentran en la red y en miles de libros; no deseo aturullarles con cifras, fechas e historias manidas. Pasen y disfruten, un splendid time está guaranteed for all.

martes, 28 de septiembre de 2010

Cuando las ranas se piensan conejos y así

Ya casi un año de paseos en mi Rolls y aún no les he hablado de lo que fue el evangelio de mi adolescencia. Se trata del libro ‘¡Gritad!’, por Philip Norman, biógrafo de los chicos y también biógrafo de Lennon. El evangelio según San Philip, como les digo, se titula ‘¡Gritad!’ (Shout in inglishh) y a mi me tuvo el cerebro absorbido durante mi primer año de arquitectura. Lo que Le corbusier no consiguió, afortunadamente, lo consiguió Norman –no confundir con ‘normal’-. Lo siento catedráticos y académicos.

El evangelio cuenta la historia de los chicos desde la infancia de cada uno de ellos hasta el éxito conjunto y su separación final, páginas y páginas de emocionantes anécdotas y aventurillas. Por supuesto, aquí no les voy a hacer un resumen, simplemente quiero recordar una de esas anécdotas que se me quedó clavada en la memoria. Dice así.


To the top

Lennon siempre tuvo claro que él y sus chicos –pero sobre todo él- iba a llegar al top de los tops de todos los tops. La pregunta que siempre gritaba a los chicos cuando iban subidos a la furgoneta en sus primeros bolos por los pueblos de las islas y antes de contratos discográficos y demás bitelmanías era: ‘¡¡¡¿Hacia dónde vamos, chicos?!!!’, y el resto respondía al unísono: ‘¡¡¡Vamos to the top, Johnny!!!’’ ‘to the top!!!’
Tanta seguridad en lo que estaban haciendo y tanta confianza en el éxito le deja a uno desarmado. Lennon en ningún momento se planteó el fracaso. No había espacio en su cerebro –o lo tenía bloqueado- para esta minucia. Pero pudo haber ocurrido: la línea que separa el éxito del fracaso es muy delgada, casi inapreciable. Hacen falta, más allá del talento, unas cuantas gotas de suerte, esto es, estar en el lugar adecuado en el momento adecuado.

Y es ahí donde entra Brian Epstein, manager y gran personaje que arropó a los chicos y buscó como sabueso contrato discográfico en una multinacional hasta debajo de los adoquines de Picadilly circus. Ese contrato se hizo esperar cosa de un año y fue el último clavo –Parlophone, un sello subsidiario de la EMI- el que finalmente los sujetó. Los momentos previos al acuerdo final con Parlophone fueron bastante tensos. Lennon estaba quemado con Epstein porque no conseguía nada para ellos, (él y sir Paul esperaban cada fin de semana en la estación de tren de Liverpool su regreso de la City londinense con supuestas ‘buenas noticias’; por aquel entonces Liverpool quedaba muuuy lejos de la capital del imperio). Epstein era consciente de la ansiedad y fragilidad de Lennon. A pesar de su supuesta seguridad acerca de su anhelado éxito, sabía que se hundiría como el que más y en lo más oscuro del océano profundo del horror si no conseguía su objetivo. Por ello, antes de conseguir ese contrato con el último clavo ardiendo llamado Parlophone, Brian Epstein habló con la mítica tía Mimí (la tía que ejercía de mamá del pequeño Lennon) para comentarle que era plenamente consciente de la fragilidad de su sobrino y de que si las cosas salían mal, él le protegería en la medida de lo posible. (Pero… ¿cómo se protege a alguien en caída libre?)

Esta historia tiene final feliz. Ustedes ya la conocen: el talento se convirtió en éxito. El sueño de la furgoneta se hizo realidad. Los chicos se convirtieron el lo más top de los tops.


Últimas preguntas
Pero… y no puedo evitar preguntarme:

¿Qué habría pasado si el monstruo no hubiese llegado al top, tal como ocurre con el 99% de las bandas que en el mundo han sido?
Y, generalizando… ¿qué ocurre cuando uno pone mucha energía en algo y finalmente no logra los resultados que esperaba?

Y lo peor, no siendo el caso de los chicos, la pregunta que justifica el título de esta entrada:
¿Qué pasa cuando uno persiste en algo para lo que no tiene talento, esto es, cuando uno es rana y se piensa oveja?

Por favor, no nos pongamos dramáticos y acudamos a la red una vez más para ilustrar una posible respuesta. Les sugiero vean a uno de mis personajes favoritos de los chicos de Muchachada Nuí. Se llama Philip Max y es director de teatro.




Recuerden que todos tenemos un pequeño Philip Max dentro. No olviden reprimirlo con todas sus fuerzas. Por cierto, pueden hacerse 'fans' de este personaje aquí.

Y porque la vanidad puede ser el potro de tortura de nuestras frustraciones: si quieren decepción, aquí dos tazas. Volviendo al principio y para cerrar el círculo, les dejo con uno de aquellos que respondían a grito pelado ‘To the top, Johnny, to the top!!!’ en la furgoneta. Él se llama Pete Best, y fue arrojado de la furgoneta bitel cuando ésta empezaba a despegar. Epstein trató de ponerle paracaidas y así lo hizo colocándole como batería de otro de los grupos en su cartera. Vean ustedes mismos el resultado. Aquí lo tienen con bigotón de moda en el show de David Letterman
, 20 años después de todo aquello . Si no lo entienden no desesperen, simplemente fíjense en su rostro. ¡Ánimo Pete!



(El vídeo tiene dos partes. Si tienen ánimos pueden abrir la segunda)

martes, 21 de septiembre de 2010

La aristocracia baila

Porque la sangre azul también llora, ríe y... baila, aquí viene nuestro aristocrático vehículo -el Rolls- para llevarles a todos ustedes por la vereda de los jardines geométricos franceses, los cotos de caza del zorro ingleses, o los secotes latifundios manchegos. Ahí vamos.

Les explico: en la entrada anterior, y a la búsqueda del vídeo bitel que mejor expresara con imágenes el tema de la entrada, me topé con el vídeo de la actuación que los chicos dieron en el Royal Variety Show (abril del '63 en el London Palladium). Aquella actuación fue mítica, porque entre los asistentes se encontraba nada menos que la gran, la única, la irrepetible Elizabeth II, rrreina de Inglaterrrrra. (Así fue, amigos, tengan en cuenta que, unos meses antes, los chicos estaban tocando en Hamburgo delante de marineros y prostitutas). Bitélmanos recalcitrantes y no tan recalcitrantes, permítanme contar la siguiente anécdota tópica, que no por manida es menos interesante.

La gracieta
El momentazo prometido por Lennon entre bambalinas del London Palladium y antes del concierto se hace realidad durante la presentación de la última canción, el twist and shout. Mr. Epstein, manager de los chicos, le había implorado que no lo hiciera, pero como Lennon se la pelaba -y disculpen la expresión- el mundo en general y su manager en particular, pues hizo lo que le hacía siempre: lo que le apetecía. Bien, escuchen en su propia voz la introducción. Observen con atención el saludo que le devuelve la reina. Luego nos entretendremos con esto.



(El chico pide que la gente en los asientos más baratos den palmas, y que el resto hagan sonar sus joyas. Les aseguro que en el contexto de la época, el comentario es tan punki como un escupitajo de Sid Vicious. Aún con todo los chicos caían bien, esos trajes impecables supongo que ayudaban.)
Bien, ¿¿han observado a su graciosa monstruosa majestad, la pompa, el boato, esssa corona, el saludo??

Reconozco que la aristocracia inglesa, ya no sólo la top de la top como es este caso, toda su aristocracia siempre me ha fascinado. Es un planeta aparte, una vida exterior (o interior) poblada de árboles y verdes praderas, polo y caballos, mayordomos y secretos, en fin, un mundo obsceno, excesivo, poderoso... y dueño de un imperio. Hasta ayer mismo.

Precisamente, al mismo tiempo que me topaba con este vídeo la pasada semana, Félix de Azúa publicaba una entrada sobre este tema -la aristocracia inglesa- titulado 'El crepúsculo de una casta'. En él habla sobre los diarios de un tal James Lees-Milne -industrial ricachón inglés- que vivió de cerca el auge y caída de la aristocracia inglesa a lo largo del siglo XX. Estos diaros son un best seller en el Reino Unido.

Hay lío sucio: allá que vamos
Aquí les coloco un extracto de la entrada de Azúa (denme el gustazo de colocar un blog dentro de otro blog al modo de 'Origen'. La vi la semana pasada y aún estoy dándole vueltas a la furgoneta en caída libre- ¿por qué no lleva la pegatina de la ITV en el parabrisas?- En fin, que me disperso. Sigamos)

Lo sugestivo de estos diarios son, claro está, no tanto las abundantísimas anécdotas y chismes (a veces macabros, casi siempre sexuales), cuanto la imagen general de un espeso bosque que va quedando sin hojas, luego sin ramas y finalmente sólo con el tronco quemado por los rayos, el sol, la lluvia, los parásitos y el viento. Es el bosque de la upper-upper class británica, talada en veinte años y reducida a un cementerio de madera podrida. Lo que los franceses lograron en un solo año con la ayuda de la guillotina hubo de hacerlo mucho más lentamente Gran Bretaña con la ayuda del alcohol, el sexo, la ruina económica, las drogas, la desesperación, los gobiernos socialistas, la debilidad mental y la esterilidad. (Den 'patada' para leer esta entrada)

Y yo añadiría, a modo de Steve Buschemi en el gran Lebowsky: ¡Y los BITELS!
Sí, amigos, los bitels también contribuyeron a terminar con la aristocracia british. El comienzo del fin es el choque de trenes entre los melenudos y la realeza que muestra el vídeo que acaban de ver. 'Ustedes muevan sus joyas que nosotros ya movemos los flequillos'.

Ahora yo exclamo a contraluz: malditos sean, malditos sean los chicos por privarnos de un mar de céspedes que ahora tiene que cuidar el gobierno británico con gran esfuerzo de su contribuyentes.
¿Dónde quedó Winston Churchill?
Maldita sea, que lo saquen de su tumba, que el país vire hacia la dirección correcta.
¡Vidas descarriaaaadas!

- Creo que está enloqueciendo, dr.Rolls.
- Llámeme reverendo Royce, por favor.
- Creo que está enloqueciendo, reverendo Royce.
- Puede ser. Continuemos.

Los restos
Por cierto, la durísima e inquietante foto que ilustra la entrada representa a la aristocracia monegasca bailando a la Iguana y sus Stooges -o lo que queda de ellos- y a los ZZtop en plena fiesta veraniega del Principado. No pretendía herir la sensibilidad de nadie. Simplemente quería que vieran cómo baila la aristocracia europea actual.

Ahora, la pregunta es: ¿qué quedó del rocanrol?

En este orden de cosas y, como ni ustedes y yo vamos a leer los tropecientos tomos ni las miles de páginas del diario de James Lees-Milne, les recomiendo que lean si aún no lo han hecho, (y no me vale haber visto la peli), la novela 'Los restos del día', de Kazuo Ishiguro, editorial Anagrama-compactos. Les aseguro que se les van a saltar las lágrimas. Es un consejo de... ellll doctorrrr Rrrrolls!
Saludos y buen día.

martes, 14 de septiembre de 2010

FEEEEENDER!

El tapir, animal amable cuyo blog deberían visitar sin falta, me ha hecho llegar un bonito libro de fotografías raras de los chicos. Uno se cansa de ver siempre las mismas fotos, igual de que se cansa de que le digan ‘los bitels, ah, sí, shi lofs iu ye ye ye, jijiji’, por lo que este libro ha sido recibido con alegría y alborozo. ‘Los Beatles en el objetivo, 1963-1969’ lo firma el dueño que no autor de las fotos que aparecen, un tal Mark Hayward, coleccionista de fotos y objetos de los chicos y, por lo que nos cuenta en los comentarios, un adepto a las subastas de Sothebys. La clase alta inglesa nos brinda la oportunidad vía publicación de enseñar sus negativos de colección para que nosotros pobres mortales podamos disfrutar con sus entretenimientos. Gracias Mr. Hayward.


Al lío

La foto que ilustra la entrada y que forma parte de este libro no está escogida al azar, no. No piensen que el dr.Rolls juega a los dados. Esta foto me ha llamado poderosissssísssimamente la atención porque es una foto datada en 1963 donde Lennon –emparejado con sir Paul- está tocando una mítica Fender stratocaster blanca en lugar de su no menos mítica Rickenbacker negra. Repito: Lennon está tocando una mítica Fender stratocaster blanca en lugar de su no menos mítica Rickenbacker negra.

Insólito. Abracadabrante. Repanochístico.


Aclaración

Lo sé, este dato ya es para bitelmaníacos muy metidos en harina, guitarristas pop/rock impenitentes y pajeros del beat. Aún así, les intentaré explicar a los demás seres vivos y legos en la materia que el hecho de que Lennon sujetara una strato blanca –dato que se le escapa incluso al dueño del negativo, que hace comentario alguno al respecto en el libro- es algo raro raro. Para que ustedes lo entiendan, es algo así como si ustedes están en la pelu y abren un ¡Hola! –por ejemplo-, o un Abc Hoy Corazón y se encuentran a nuestro príncipe Felipe del bracete de Gwyneth Paltrow en lugar de su pichoncito actual.


- Dr. Rolls, este último comentario está fuera de lugar, es frívolo, desacredita su blog e insulta al lector. ¿Qué coño es eso de pichoncito? ¿A qué viene ahora la monarquía?

- Vaya, disculpen ustedes la salida de tono, simplemente quería que entendieran el asunto de hoy. Les pido que no se equivoquen conmigo, el dr.Rolls se declara ácrata e independiente, aunque reconoce que tanto monarquía como anarquía riman con cerveza fría. Sigamos adelante.


Buddy Holly por un día

Lennon jamás tuvo en su poder un strato durante esa época (más adelante sí, ya en el 66 se haría con una sonic blue, pero incluso ese modelo es muy distinto al de la foto). Para que se hagan una idea, el modelo que sujeta es el que tocarían después Jimmy Hendrix o David Gilmour de Pink Floyd. En el año 63, Lennon gastaba Rickembackers porque, por aquel entonces, la strato era bastante más cara. ‘Feeeender’, decían los chicos alargando la ‘e’, como si la marca fuese un gigante irreductible. Quiere decir esto, que si Lennon se hubiera comprado una strato a principios de los 60, tal como pretendía en un principio para imitar a su ídolo Buddy Holly –usuario de fender-, el sonido de la bitelmanía habría sido totalmente distinto. Las canciones las mismas, sí, pero el sonido clang clang, habría cambiado por el de cling cling. Vean ustedes mismos y comparen a unos bitels bañados en rickenbackers versus un Buddy Holly con strato al hombro. Primero Buddy, (me encanta la señorita que presenta el evento. Nos advierte de que el chico va a tocar ‘rocanrol’ y que debemos tener la mente abierta para la esta nueva música que escuchan ‘los jóvenes’):



Toma trío punk. Ese instrumental intermedio está más cerca de los Ramones que de Elvis, me dirán.

Ahora los chicos:



Como ven, el curso de la historia habría sido distinto y los Jam tampoco habrían sonado así, ni los Byrds… ni my iron lung de radiohead si Lennon hubiera tenido ahorrillos en sus comienzos para hacerse con una feeeeender. La fábrica rickenbacker no habría peluchado.


Queremos saber

Y ahora, la pregunta es: ¿Qué hacía lennon tocando una stratocaster blanca en el concierto de nochebuena del Astoria londinense en 1963?

No lo sabemos. El libro no lo explica.

Las hipótesis que plantea el dr.Rolls Son:


1ª.- Que lennon olvidó la guitarra en casa y el telonero le dejó la suya. (harto probable)

2ª.- Que lennon se encaprichó con la strato del telonero y se la mangó para tocar en el concierto. Después hubo bronca en el camerino.

3ª.- Que lennon, miope casi ciego, se equivoca de estuche y coge la guitarra del telonero sin querer. Bronca en el camerino también.


Y eso es lo que les quería comentar. Supongo que los enfermos de GAS me habrán comprendido en el más amplio sentido del término. Les diré también que el dr.Rolls alias Mate se gasta una fender Stratocaster porque –aparte de ser amante de su versatilidad- hoy en día un modelo strato de gama media es bastante más barato que cualquiera de la Rickenbackers del mercado. Los culpables de esto son los chicos. El que firma sigue soñando con ellas.

Bona nit!

martes, 7 de septiembre de 2010

Ahora que Dios no existe

No lo digo yo, que lo afirma el gran Stephen Hawking desde su atalaya científica. Y esta vez no se anda con chiquitas ni teorías filosóficas. Parece que el señor de Oxford y catedrático descendiente de Newton va en serio. Nada de que si Dios ha muerto o que si juega a los dados; nah nah, eso sería presuponer que alguna vez existió. Y mira que yo estaba fascinado con la teoría de que Dios era una fórmula matemática y cuando te mueres subes al cielo y vas y te encuentras un dosequis elevado a ene igual a integral de equis a la equis -por ejemplo-. Vaya chasco.

En fin, no convirtamos este blog en un blog de tertuliano de tabernilla -disculpen la redundancia-. Centrémonos en nuestro tema amigo y tiremos adelante. Porque si hay algo de los que podemos estar seguros es que los bitels existieron aunque ya no podamos agradecérselo siquiera a Dios.

Hoy el dr.Rolls se transmuta en el Reverendo Royce para convertir a los duros de oído, a todos aquellos ciegos de tímpano y corazón y a los descarriados radioformuleros. ¡Convertíos pecadores! ¡Subid a nuestro Rolls que cual arca de Noé sobrevive a las lluvias torrenciales del mal gusto! Así sea.

Los bitels son Dios
En el principio las tinieblas lo cubrían todo, les estoy hablando la eso que se llama 'tierna infancia', adjetivo aquel que siempre acompaña de manera cruel una etapa de la vida ante todo idem cruel. Pero la luz se acaba haciendo de alguna u otra manera. Uno aprende a tocar la guitarra generalmente en la adolescencia por aquello de rellenar el vacío existencial y, de paso, soltar la hormona; un tío que toca la guitarra siempre liga:

- Topicazo falso.
- Cierto, pero uno se hacía la ilusión.

Da igual, a lo que vamos, la cuestión es que cuando uno empezaba a tocar la guitarra generalmente terminaba en sus manos algún libro con los acordes del repertorio de los chicos. Quizá fuera más fácil comenzar con los 2 ó 3 acordes de los Ramones, pero no fue así. En mi caso, la biblia bitel cayó cobre mis espaldas con gran regocijo por mi parte. Por aquel entonces -inefables años ochenta- no era sencillo ni barato hacerse con una de esas biblias. Solían ser libros grandotes y caros que te cortaban la circulación de las piernas mientras hacías peripecias para sujetar la guitarra y mantener el libraco sobre los muslos.

Conseguí mi primer libro de canciones bitel en las américas, años ha. Era un libreto tamaño din A4 encuadernado con canutillo cutre pero cómodo, ligero, fácil de abrir, fácil de seguir, transportable: la biblia ideal. El cuaderno acabó en manos de amigos y colegas novatos guitarristas como yo, manoseado, fotocopiado, descompuesto y gastado. Finalmente se perdió en alguna mudanza. Para entonces la era internet ya estaba aquí, así que cada vez que he querido consultar alguna progresión de acordes bitel no he tenido más que bucear por la procelosa red para conseguirlos (nunca te fíes de la intennet, que es un bicho malo). A pesar de la, a veces, poca precisión de los acordes que la gente interpreta y cuelga, me ha venido siendo útil en los últimos años.

Hasta hace unos meses que descubrí en el mítico Tower Records de Dublín -hablo de esta tienda en triste decadencia en alguna entrada anterior- que vendían de 'saldillos' junto a la caja un 'little songbook', esto es, un pequeño librito con el repertorio de los chicos y, además, a un módico precio. La tapa era plasticosa, blanda y negra, y la edición se asemejaba a uno de esos misales de iglesia anglicana (tamaño mitad de folio), aunque bien podría ser un libro de oraciones católico apostólico y romano. Esta es la mía -me dije- y eché el libro a la bolsa.
La portada es la imagen de la santísima tetranidad que les muestro arriba y les puedo asegurar que el interior no defrauda: la edición es de diseño limpio y clarito, y hasta los acordes parecen los auténticos.

En el nombre del Ringo, del John y del Yorch Harrisón. Macca (=amén)
No se crean que rezo todas las noches con mi guitarra junto a la cama, no. Mi vida sentimental se habría ido al garete en tal caso. Pero desde mi atalaya de reverendo animo a todos aquellos legos en la guitarra que quieran iniciarse a que lo hagan -rezar- cada noche o cada tarde, un ratito. Ya verán, se empieza con la tontuna del Yellow submarine y se acaba tocando hasta el Strawberry fields a dos velocidades. La diversión está garantizada.

- ¿Y quién te salvó de las tinieblas, hijo mío? ¿quién?
- Los bitels, ¡fueron los bitels!
- Aleluya, hijo mío, ¡aleluya!

He visto además que el misal de marras está en venta en amazon. No desaprovechen la oportunidad. En esta misma colección de 'misales', y porque no solo de fabfours vive el hombre, también hay disponibles de Dylan, Cohen y más iconos. Yo les recomiendo lo que les recomiendo no porque lo diga yo, sino porque también lo decía Kurt cuando afirmaba que Nirvana no hacía pop porque los bitels ya lo habían hecho todo. Cuánta razón tenía.

Pero, pero...
Ahora me pregunto: si los bitels son Dios, pero Dios no existe... entonces los bitels tampoco existen. Oh diosmio, ¿hay algún filósofo en la sala que me puede aclarar esta cruel contradicción?
Mientras se lo piensan, les dejo con este video calentito con imágenes incunables propias del antiguo testamento bitel: los chicos tocan desde las mismísimas cavernas el gran clásico de Leiber y Stoller 'Some other guy'. La verdad es que su sonido es tan razonablemente bueno que hasta me hace dudar sobre si es el original o no. Da la sensación de que sí, y que nos podemos hacer una idea de lo ásperos y secos que sonaban los chicos en el Génesis.
Y ahora, no olviden vitaminizarse y orar un ratito por las noches.

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Madrid, Spain
Es compositor, productor y arreglista en musicasdecamara.com *********** Aparte de su proyecto musical personal M A T E (www.matelaweb.com), Alberto es parte del duo Plastic d'amour, y colabora con Las Escarlatinas, Cristina Georgina y Beldivioleta. ****** Su trabajo más reciente ha sido la producción del libro-disco infantil 'Casi un musical' que será publicado en el sello SIESTA (www.siesta.es) a primeros de 2011. En él colaboran Irene Tremblay, Loquillo, Malcolm Scarpa y Jabier Muguruza. *******

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